Constitución de Gades, la “pepi” Que No Pudo Ser

De las Constituciones que ha tenido España, siete, ocho o nueve dependiendo que en el listado se incluyan o no la napoleónica Carta Otorgada o Estatuto de Bayona de 1808 y/o el Estatuto Real de 1834 de la Regente María Cristina de Borbón, la más famosa, con notable diferencia, es la formalmente considerada primera, la Constitución de Cádiz de 1812, popularmente conocida como la “Pepa” por haber sido promulgada el 19 de marzo de ese año, día de San José. Curiosamente, ésta bien pudo tener una secuela en “Pepita” si finalmente hubiera salido adelante el proyecto emprendido en los albores de la primavera de 1977 por Adolfo Suarez, entonces presidente del Gobierno de España desde hacía un año. El político y abogado abulense le había pedido a los miembros de su Gabinete, comandados por el brillante jurista José Manuel Otero Novas, que elaboraran una Ley para la Reforma Política, destinada a la legalización de los partidos políticos, y un borrador de Constitución como siguiente e imprescindible paso. Concluidos los trabajos previos, el equipo se reunió a comer en el restaurante Casa Gades, propiedad por aquellos días del bailarín Antonio Esteve, “Antonio Gades” y de de la cantante y actriz Josefa Flores, “Marisol”, donde, tras los postres y en el momento del café se convino en la idoneidad de una fórmula constitucional que contemplara tres estatutos de autonomía especiales para Cataluña, País Vasco y Galicia, junto a catorce o quince regiones sin Parlamento. Gozosos de haber llegado a lo que entonces creyeron un remate constitucional, bautizaron el documento como “Constitución de Gades”, tanto por el nombre del local como por pretensión de guiño al nombre romano de Cádiz, pero después de algún tiempo el papel acabó en un cajón y el café fue finalmente para todos, diecisiete comunidades Autónomas y la guinda de dos Ciudades Autónomas.

No sabemos exactamente qué comieron los reunidos en aquel día de marzo de 1977, pero resulta fácil imaginarlo, porque el menú de Casa Gades era entonces un poco sota, caballo y rey. Local afamado por la oferta culinaria italiana gracias a su portentosa amasadora de pasta fresca, bien pudo incluir Lasagna alla bolognese, Spaguetti carbonara, Bucatini all’amatriciana, Pizza con aceite infusionado con peperoncino y cayena, y los platos más foráneos con sólido marchamo “Gades”, como la Sopa sevillana, aunque de origen granadino y preferencia de la malagueña Marisol, a base de chirlas, gambas arroceras, cazón, huevos cocidos, mayonesa y pan tostado; el Entrecot de vacuno y la Trucha al roncalés, presuntamente pescada en el río Ezca a su paso por el navarro Coto del Roncal e ilustrada con loncha de jamón serrano.

Cuarenta años después, es decir en el ogaño, Casa Gades, se ha renovado por completo en decoración con los oficios de la diseñadora Paula Rosales, en sala gracias a un nuevo impulso de su gestora desde hace dieciocho años, Ana Blanco, y muy especialmente en cocina, de la majo del joven y brillantísimo chef Roberto González, quien ha introducido en la carta auténticos portentos tal que Ostra, pomelo y mango, Carpaccio de presa ibérica, Mi-cuit ahumado con chutney de mango y jalapeños, Huevo a baja temperatura con tuétano y kokotxa de bacalao, Guiso de pulpo con papa canaria y mojo verde, Merluza en caldo corto de algas y puerro rustido, Lubina al humo de sarmiento con berberecho, leche de tigre y salicornia, Pichón con gratén de apionabo y su arroz meloso, Jarrete de cordero con ruibarbo, remolacha y yogur griego, o Delirio de chocolate.

Es muchísimo suponer, pero si tales bocados hubieran figurado en el menú de Suarez y los suyos hace cuatro décadas, quizá no estaríamos inmersos en la pesadilla nacionalista de la que ahora emergen delirios separatistas y legiones de monstruos identitarios. Quién sabe.