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Jauja ( I )


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Tatiana Suarez Losada
La cocina me apasiona desde pequeña y desde entonces no he dejado de aprender



Una vez más, los cuentos infantiles hacen su aparición para hacerse un hueco en nuestra realidad cotidiana, refrescar nuestra monotonía y estimular nuestra imaginación.

Durante las pasadas Navidades, hablando con mis hijos de nuestras respectivas infancias, vino a mi mente un recuerdo lejano y algo difuso, pero sin embargo intenso. Hablábamos de los regalos del día de Reyes y de pronto vi, como si lo tuviera delante, un cuento que me trajeron cuando tenía unos cinco o seis años. No era un cuento como todos los demás, era especial, al menos para mí. A diferencia de los cuentos habituales, tenía forma de tren, largo, estrecho y troquelado. El título, sugerente y tentador, era "Jauja" e invitaba a realizar un apasionante viaje a este país de ensueño y fantasía. Sus páginas, llenas de colorido, mostraban diversas escenas de la vida de sus habitantes y el texto relataba, según puedo recordar, que cada día de la semana ocurría algo fantástico e inusual. Lógicamente, el hecho que más me impactaba y que más encendía mi imaginación era que uno de los días ?llovían? caramelos y en una de las bellas páginas se podía ver a los niños del lugar corriendo a recoger la dulce lluvia con que el cielo les regalaba.

Este recuerdo me dio la idea de reescribir el cuento, imaginando lo que podía suceder los demás días de la semana, y el resultado es este relato que dedico con mi amor de madre a mis hijos, inmejorables testigos y vehículos de mi inspiración.


LUNES
Comenzaba la semana y Jauja se desperezaba en una soleada mañanita de primavera. Todo el mundo acudía a sus respectivos trabajos y obligaciones, los niños al colegio, los adultos a sus quehaceres, los animales proporcionaban al hombre su sustento: huevos, leche, carne. El río, fresco y juguetón, atesoraba en sus entrañas diversas especies de peces, los olivos consentían en que sus frutos fuesen transformados en preciado aceite. Toda la naturaleza era un intercambio de regalos, y el campo no iba a ser menos.

Así que decidió premiar a los habitantes por sus constantes cuidados y desvelos y por los riegos refrescantes que combatían el sofoco del sol, y ahorrarles trabajo.

Las huertas se pusieron de acuerdo y dispusieron en una verde y mullida pradera lo mejor de sus plantaciones: lechugas, tomates, patatas, hortalizas, todo escrupulosamente limpio y preparado, dispuesto en bella combinación cromática. Uno de los olivos se prestó gustoso a aliñar aquella gigantesca ensalada y prensó sus frutos que dejaron caer sobre ella su preciado néctar oleoso. Un pequeño limonero también quiso colaborar y añadió sus ácidas gotas al conjunto. La sal vino flotando en el aire, procedente de unas cercanas salinas; el país, al ser mágico, tenía de todo.

Era la hora de comer y la campana de la iglesia se ocupó de invitar a los habitantes con un alegre tañido. Éstos se apresuraron a reunirse en la plaza y enseguida se corrió la voz de lo que había sucedido. Juntos se encaminaron a la pradera donde les esperaba la refrescante ensalada con que el campo había querido corresponderles.


Ensalada de primavera
(Que también sirve para el resto del año, con ligeros cambios)

Lechuga de diferentes hojas (cogollos, hoja de roble)
Tomates cereza
Patatas cocidas
Huevos cocidos
Zanahoria rallada
Maíz en grano
Cebolletas
Aceitunas verdes y negras
Manzana ácida
Aceite de oliva
Vinagre de manzana
Mostaza (opcional)
Sal
Pimienta negra recién molida

En una fuente amplia disponer todos los elementos que componen la ensalada, combinando colores y alternando texturas.

? Las patatas cocidas pueden cortarse en rodajas, en gajos o en dados pequeños.
? Los huevos cocidos en rodajas, en cuartos o picados.
? Las cebolletas en rodajas finas.
? Las aceitunas pueden dejarse enteras o cortarse en rodajas.
? La manzana puede cortarse en láminas finas o en dados pequeños.
? Conviene preparar la ensalada con antelación, y reservarla sin aliñar en el frigorífico hasta el momento de servir.

Para hacer la vinagreta, poner en un cuenco tres partes de aceite por una vinagre, añadir sal y pimienta y la mostaza, si se utiliza, y unas gotas de agua y batir enérgicamente hasta conseguir una mezcla bien emulsionada. Verterla sobre la ensalada un momento antes de servir.


MARTES
Amaneció un día nublado y algo fresquito, los habitantes combatieron la pereza inicial con un suculento desayuno y emprendieron sus tareas habituales, aunque con menos energía de la habitual. Les faltaba un rayito de sol que calentara sus cuerpos y reconfortara su espíritu.

En un gallinero situado junto al río, un grupo de madrugadoras gallinas contemplaban el panorama y cuchicheaban entre ellas, preguntándose qué podrían hacer para animar a las gentes del lugar.

- ¡Ya lo tengo!, dijo una de ellas, pondremos nuestros mejores huevos, los más frescos, para ofrecérselos y que recuperen fuerzas.

Junto a ellas, unas vacas pastaban a sus anchas y, al oír su conversación, decidieron unirse a la iniciativa de las gallinas.

- ¡Nosotras pondremos la leche!, es lo menos que podemos hacer por ellos.

En aquel preciso instante pasó por allí el panadero, que se dirigía hacia su tahona para moler el trigo que acababa de recoger.

- ¿Qué estáis tramando?, preguntó intrigado.

Las gallinas y las vacas le contaron su plan, él se mostró encantado con la idea y les ofreció su harina más fina.

- Pero, ¿quién cocinará?, mi mujer bastante tiene con preparar la comida para toda la familia y no puede dedicarse a cocinar para todos los demás.

Al momento se oyó una voz que decía: ?No os preocupéis, yo me ocuparé de todo?

-¿Quién eres?, preguntaron todos al unísono, creando un curioso coro de voces, cacareos y mugidos.

- Soy el campo, estoy aquí para ayudaros. Cuando todo esté listo, el viento hará sonar la campana de la iglesia para avisaros de que podéis venir a comer. Os espero en la plaza. No olvidéis que este país es mágico y todo es posible en Jauja.

Así pues, llegada la hora, la campana sonó mecida por el viento y todos los habitantes acudieron ansiosos a la cita. Una vez allí, contemplaron extasiados una magnífica e inmensa mesa cubierta por un verde mantel de hojas y hierba, perfectamente dispuesta y servida con unos deliciosos ?Huevos Pocholos?, recién hechos y calentitos, que hicieron las delicias de niños y mayores.

Una vez concluida la comida, dieron gracias al campo, a las gallinas, a las vacas y al panadero por su aportación, y comprobaron que ya no tenían frío y que eran felices.


Huevos "Pocholos"
Así se llamaban estos huevos en mi casa cuando yo era pequeña, uno de mis platos preferidos. Se trata de unos huevos escalfados, cubiertos con bechamel y posteriormente pasados por huevo batido y pan rallado. Para el éxito de la receta, es imprescindible que los huevos sean fresquísimos, ya que de lo contrario no podrán escalfarse adecuadamente.

Ingredientes para 4 personas

4 huevos muy frescos (más uno o dos de repuesto, por si se rompe alguno)
Agua
Vinagre
Sal
Salsa bechamel (de una consistencia como para croquetas)
Aceite de oliva para freír

Para el empanado:
Huevo batido y pan rallado

1) En un cazo amplio, poner agua y un buen chorro de vinagre y llevar a ebullición. El vinagre ayudará a que los huevos se recojan. Mientras tanto, cascar un huevo y ponerlo en una tacita o cuenco pequeño.

2) Agregar el huevo al agua hirviendo y cocer durante 4 minutos aproximadamente, o hasta que la clara haya cuajado, pero no así la yema, que deberá mantenerse líquida.

3) Sacar el huevo del agua con ayuda de una espumadera y ponerlo en un cuenco con agua fría y sal. Dejarlo un rato y seguidamente depositarlo sobre un paño limpio.

4) Repetir la operación con los huevos restantes. Si fuera necesario, recortar ligeramente los bordes de los huevos ya escalfados.

5) Hacer una salsa bechamel de la manera acostumbrada y bañar en ella los huevos, uno por uno, con cuidado de que no se rompan y con ayuda de dos cucharas. Depositarlos sobre una bandeja o fuente amplia untada con un poco de aceite (para que no se peguen) y dejar enfriar. Pueden reservarse en el frigorífico hasta el momento de utilizarse.

6) Una vez fría y espesada la cobertura de bechamel, los huevos deben poder manejarse sin problemas. Pasarlos por huevo batido y seguidamente por pan rallado.

7) Poner abundante aceite de oliva en una sartén amplia y cuando esté muy caliente, freír los huevos hasta que estén dorados. Escurrir sobre papel absorbente.

8) Servir inmediatamente, acompañado de patatas fritas o ensalada de lechuga. El momento de abrir el huevo y dejar que fluya la yema líquida es algo memorable. No hace falta decir el placer que se experimenta al mojar en ella un trocito de pan o una patata frita...



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