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El título es sentencia que se incluye en el ensayo sobre Rusia/Unión Soviética

Niko pintaba cenas como el Veronese

El título es sentencia que se incluye en el ensayo sobre Rusia/Unión Soviética El Imperio del inmenso periodista y escritor polaco Ryszard Kapúscinski, a la que sigue otra que reza: “Sólo que las de Niko son georgianas y laicas”. Lo de “el Veronese” se refiere al gran pintor y máximo referente del manierismo veneciano, Paolo Caliari, que en España siempre se ha nominado como El Veronés, y sus “cenas” fundamentalmente a dos de sus cuadros de más extraordinaria factura: Las bodas de Caná y La Última Cena, que le costó dura comparecencia ante la Santa Inquisición por representar a san Pablo en el papel de camarero y además rodeado de pajes, funcionarios, militares, perros y niños. El Veronés acabó solucionando el espinoso asunto cambiándole el título a la obra por el de Cena en la casa de Leví, un trasunto y pasaje del Evangelio de Lucas.

Lo de Niko es infinitamente menos conocido, pero no menos apasionante. Se trata del georgiano Niko Pirosmanashvili o más sencillamente Pirosmani, nacido en 1862 en el seno de una familia campesina y que fue pastor de ganado, encalador de fachadas a la brocha gorda y uno de los pintores primitivistas/naif más interesantes de la historia. Siempre pobre de solemnidad y hambriento sempiterno, vivió y pintó fascinado por la gastronomía. Kapúscinski nos cuenta: “Sobre el fondo del paisaje de Georgia destaca una mesa abundante y a su alrededor georgianos comiendo y bebiendo. La mesa aparece en el primer plano. Es lo más importante (…) Lo que se comerá. Con qué se hartarán. Niko lo pintará todo. Niko mostrará todo lo que le gustaría comer y que no comerá hoy, ni mañana, ni nunca tal vez. Mesas repletas de comida. Corderos asados. Cochinillos cebados. Vino negro y espeso como la sangre de los terneros. Sandías jugosas. Granadas aromáticas. Hay en esas pinturas una especie de masoquismo, una especie de clavarse un cuchillo en la barriga propia, aun cuando el arte de Niko resulte risueño, incluso divertido. La Georgia de Niko es un país saciado y bien alimentado donde nunca cesa el festín. La leche corre en abundancia. El maná cae del cielo. Todos los días son crasos”. 

Niko sobrevivió casi medio siglo en Najalovka, el barrio lumpen de la capital, Tbilisi/Tiflis, hasta abril de 1918. Se lo llevó no se sabe muy bien si la tuberculosis, la epilepsia, la desnutrición, la insuficiencia hepática provocada por la chacha, el orujo o vodka georgiano, o todo junto y de una vez. 

Redescubierto por la vanguardia pictórica francesa, enamorada ya del aduanero Rousseau, en 1972 Pablo Picasso realizó un grabado a punta seca en el que intentó imaginar a Pirosmani frente a un caballete, aunque sabemos que Niko solía pintar en las tabernas y tugurios de Najalovka.

En aquellos ambientes infectos Niko pintaba sueños de abundancia manducaria y cenas como El Veronés, pero georgianas y laicas


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Albert

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