Durante los últimos días, el chef donostiarra Juan Mari Arzak ha celebrado sus veinticinco años dedicados a la profesión. El cocinero, que cuenta con tres estrellas Michelín, ha hablado con la agencia EFE. Destaca su opinión sobre los numerosos showcookings actuales. Arzak expone que puede resultar muy positivo para el mundo gastronómico este tipo de programas, pero que, al mismo tiempo, “a veces no respetan” la profesión.
Si nos preguntan por Masterchef, o Top Chef seguro que sabemos de qué nos están hablando. Se trata de programas de entretenimiento donde el plato fuerte, valga la redundancia, es la comida. Ocupan las horas de máxima audiencia en las cadenas televisivas y la mejor prueba de su éxito son las numerosas réplicas que están surgiendo de ellos.
Su contenido entretiene a un público que desde casa, asiste a toda clase de situaciones, pues en estos shows no sólo vemos como preparar diferentes recetas, sino que también somos testigos de las emociones que viven los protagonistas de estos programas.
Sin embargo, lo que el público ve en ellos es sólo una pequeña parte de lo que realmente es el mundo de la Gastronomía.
La pantalla nos muestra a personas cocinando sus propias creaciones. Los participantes de estos concursos pueden arriesgarse e innovar a la hora de cocinar, algo que, desde fuera, resulta muy apetitoso para querer dedicarse a esa profesión.
Ninguno de estos shows muestra que incluso el mejor de los cocineros, empieza teniendo como mejor amigo a un pelador de patatas o que antes de poder preparar algo sin la supervisión de nadie, ha lavado más platos que el programa más rápido de cualquier lavavajillas.
Esto lleva a pensar que quizá el éxito de estos programas resida en el morbo, al igual que el de otros concursos, ya que muchas veces se centran más en aspectos sentimentales o morbosos que en el aprendizaje, la técnica o a la muestra de lo que se cocina en sus fogones.
Aunque han reactivado el interés por el arte culinario, no podemos olvidar que la gastronomía no es sólo que nos guste preparar un pastel de galletas para una celebración, sino que como la pintura, o cualquier otro arte, precisa tiempo, dedicación y preparación.